Por siempre, gracias
Mis primeros pasos como biker comenzaron gracias a un compañero que dejó huella: Juan Montero. Fue él quien me mostró lo que significa realmente montar en bici de montaña, más allá del deporte: la libertad, la adrenalina, el compañerismo. Nadie imaginaba que aquel primer pedaleo sería el inicio de una aventura que me llevaría a recorrer los bosques de La Roca, Orrius, Vallromanes, Collserola y tantos otros rincones mágicos.
Con el tiempo, se fue formando un grupo increíble: Juan Montero, Juan Diego, Juan P, Cándido, Sergi y Javi. Durante casi tres años, compartimos rutas cada fin de semana, y a veces también entre semana, entrenando, riendo, sufriendo y disfrutando. Pero como todo en la vida, las cosas cambian. A finales de 2014, el grupo comenzó a disolverse. Algunos siguieron saliendo, como Juan Montero y Javi, mientras que otros tomaron nuevos caminos. Cándido, un compañero ejemplar y gran persona, se jubiló y se marchó a Galicia, dejando un vacío difícil de llenar.
Guardo con especial cariño algunas salidas memorables. La ruta de Vic a Montmeló fue una de ellas: perfecta en compañía, con nuevos amigos y un vídeo que aún me emociona al verlo. También recuerdo la salida desde Centellas hacia Montmeló, que terminó con dos compañeros lesionados: uno con una fractura de pulgar y otro con un fuerte golpe en la pierna. Aunque ambos se recuperaron en pocos meses, algo cambió. El grupo ya no volvió a ser el mismo y se disolvió.
Más adelante, surgió La Tronabike, un grupo que formamos entre varios compañeros que nos habíamos conocido tras la disolución de otros grupos de MTB. Allí viví nuevas experiencias y compartí rutas con gente estupenda. Fue durante esa etapa cuando atravesé momentos complicados por motivos de salud familiar, lo que me obligó a reducir mi actividad y replantear prioridades.
Probé el ciclismo y llegué a formar parte de una grupeta, pero no encontré lo que esperaba. Cuando te fallan, lo notas. Y yo noté que necesitaba algo más: más autenticidad, más conexión, más libertad.
Hoy, después de todo lo vivido, ya no ruedo con Latronabike. He decidido seguir mi camino en solitario en el ciclismo, no por falta de ganas de compartir, sino por la necesidad de proteger mi bienestar emocional. Pedaleo a mi ritmo, sin presiones, disfrutando del silencio del bosque, del sonido de las ruedas sobre la tierra o el asfalto y de la paz que da estar contigo mismo en cada ruta.
Las dificultades no definen nuestra felicidad, sino la forma en que decidimos enfrentarlas. Adaptarse no es rendirse, es evolucionar. Y en ese proceso, solo lo esencial permanece. Mi gratitud a quienes, sin saberlo, se convirtieron en parte de mi esencia.